PSICOTRÓNICA: LA PEOR ARMA DE LA
GUERRA KAMAMANÁSICA
Parte I


ESPIONAJE ASTRAL, MANIPULACIÓN PSÍQUICA, SUPUESTAS ABDUCCIONES, HISTERIAS COLECTIVAS, ESTUPIDIZACIÓN DE MASAS, FENÓMENOS PARANORMALES DE DIFERENTES ORÍGENES Y ETIOLOGÍAS...

Abducciones extraterrestres y Psicotrónica

Si no vienes desde este artículo, vísitalo primero y luego continúa con esta parte.

Aquí no se enseña a fabricar un psicotrón, sino sólo su concepto básico y cómo defenderse de ataques psicotrónicos.
Han pasado veinte años y ya no existen los estamentos que me ligaban a secreto jurídica, ética y fácticamente, así que contaré -por fin- sobre los experimentos de psicotrónica (después de la investigación piramidal, el más importante en el que he trabajado en grupo). Aún así omitiré datos que puedan revelar identidades o comprometer a personas de las cuales no tengo su consentimiento para esta revelación. Por mi parte, estoy harto de callar cosas, a veces por precaución personal, otras por secreto impuesto, pero veo que lo peor que hay en estos tiempos, es la desinformación y confusión sobre temas que atañen a todos, tengan o no consciencia de lo que ocurre.

Eramos en principio, amigos reunidos sin nuestro conocimiento de que las cosas no eran «casuales», con las mismas inquietudes y diversos conocimientos. Juan y yo, bastante formados en parapsicología científica; Alberto es ingeniero técnico en electrónica y radioaficionado por herencia (hijo y nieto de radioaficionados), que en ese tiempo tenía casi 50 años. Otro, militar de carrera, Mayor, con cultura general muy amplia y algunos conocimientos de psicología social y guerra psicológica. Pedro era informático, agente de inteligencia militar y se incorporó porque necesitábamos un experto en electrónica e informática, arreglaba todo tipo de aparatos de medicina nuclear y ordenadores, que en aquellos años funcionaban con tarjetas y los más modernos con fósforo amarillo. Estos últimos no estaban en el mercado, sino que los tenían las F.F.A.A.

El equipo fue reunido por el Coronel Aldo, por orden del Estado Mayor Conjunto.
Todos teníamos alguna base teórica de psicotrónica, los modos de aplicación y referencias históricas, como la guerra de Vietnam y algunas avanzadillas experimentales de USA, sobre poblaciones latinoamericanas, especialmente con aparentes fines comerciales. En principio, el grupo no parecía oficial, pues nos reuníamos dos o tres veces por semana para conversar el asunto y analizar las posibilidades de hacer cosas en un orden que el Mayor iba planteando. Yo había sido contratado por el ejército con la aparente misión de evaluar las capacidades psicológicas de oficiales y suboficiales (y con una tapadera de jardinero), pero tampoco sabía que el verdadero propósito era formar parte de ese equipo, destinado a estudiar, desarrollar y experimentar con armas psicotrónicas. Había estudiado en el Panamerican Parapsicology Institute of Canadá, donde además de la licenciatura en psicología se daba la primera licenciatura en parapsicología. Aunque tenía mis títulos «ad referendum» en mi país, el interés estaba en que la inteligencia militar sabía que ese instituto, con una tapadera oficial canadiense, preparaba psíquicos para experimentos al servicio de USA.

Estaba terriblemente ansioso -más que los demás- por pasar a la práctica, así que «pisando el palito» propuse que intentáramos construir un psicotrón, porque no tenía ganas de perder el tiempo en charlas infértiles. Como en realidad el sentimiento de los demás era idéntico, comenzamos esa misma semana con un diseño teórico de un psicotrón. Pero nos faltaban elementos o eslabones en la cadena de aplicación práctica: No sabíamos cómo controlar o estar seguros de estar en estado alfa o cómo entrenarnos para ello de modo fiable, y no teníamos idea de cómo convertir una onda cerebral en una onda de radio que se pudiera emitir con efecto sobre otros cerebros. Lo había estudiado en la teoría, pero la práctica planteaba problemas que se fueron resolviendo rápidamente, gracias a la perfecta composición del equipo humano.

Nuestro Mayor y jefe del equipo consiguió lo que nos faltaba: Un médico; Pablo es neurocirujano y psiquiatra. Después de unas cuantas reuniones estuvo listo el psicotrón teórico y más o menos diseñado el método de entrenamiento. El aparaterío práctico demoró algunas semanas más, porque hubo que conseguir dos electroenfalógrafos, una radioemisora de gran potencia y algunos instrumentos más. Surgió entonces una cuestión en la que mis experimentos con pirámides fueron muy útiles. El campo magnético de la pirámide abarca un espectro muy amplio dentro del magnetismo sutil y además es estabilizante de la actividad cerebral, de modo espontáneo y natural, sin perjuicio alguno para el sujeto. Se me encargó la construcción de una antena piramidal, con una función que yo desconocía hasta ese entonces. Eso me demostró cuán avanzados suelen estar algunas investigaciones en el ámbito científico-militar. Los militares también habían experimentado con pirámides, pero no hallándoles aplicaciones destructivas, todo quedó archivado.
Cuando estuvo todo listo, nuestro jefe propuso poner el asunto bajo "secreto militar", cosa que aceptamos en vista a la importancia y potenciales peligros del caso.

El Mayor consiguió una radio de 5.000 vatios de salida, en un lugar bastante alejado, y cinco militares más (desconocedores del experimento) formando nuestro «cerco preventivo».
Tras cerca de dos meses intensivos de entrenamientos y ensayos menores, se hizo la primera experiencia en un campo de trigo del que la mitad -longitudinal- fue arado. Como en la zona hay -al menos hasta aquellos años- plagas de langostas, que suelen arrasar los cultivos, estuvimos dos días de guardia permanente, durmiendo en el lugar, hasta que se dio la ocasión. Los mejor entrenados (Juan y yo) debíamos hacer que las langostas entraran al campo, que se fueran hacia el terreno arado, y volvieran luego al campo cultivado, alternativamente, describiendo un zig-zag. Esto no es posible por causas naturales, que las langostas lo hagan, así que comencé el experimento poniéndome en alfa, conectado al psicotrón y con un mapa-croquis sobre la mesa. Tenía algunos bolígrafos de diversos colores, para hacer marcas de intensidad si fuera necesario, etc.. El técnico controlaba mis ondas cerebrales y Juan me ayudaba a relajarme, concentrarme y dirigir el pensamiento, mientras los otros observaban desde la torre de la radio.

En pocos minutos, la manga de langostas se dirigía hacia el centro del campo, transversalmente, así que la indicación del Mayor fue que la dirigiera hacia el extremo más cercano. Así lo hice, convirtiéndome mentalmente en un »yo langosta», centrando mi pensamiento en ser una langosta dirigente, afinándome con el espíritu grupal, cosa para la cual el entrenamiento fue imprescindible. Creo que llegué a «sentir-pensar» como langosta. Cuando escuché al Mayor decir, «¡Increíble!, esto es Increíble», me distraje, pero ya la manga había entrado por el extremo y no por el medio. Mi compañero, en diez segundos, quedó en relevo, y yo en su lugar, ayudándole a concentrarse, induciéndolo a sentir-pensar como langosta. Juan tomó el bolígrafo rojo y fue llevándolo hacia el campo arado, donde no había una brizna de vegetal comestible, salvo algunas hojarascas secas que raramente come la langosta. Otra vez el Mayor diciendo por el interfono, «¡Es increíble!... Pero ahora que vuelvan al campo». Así lo hizo «Juan-langosta» y medio minuto después tomé el relevo, repitiendo el proceso, con el agregado de hacer permanecer a las langostas «estacionarias» en el campo arado, hasta nueva orden. Lo conseguí por casi diez minutos, hasta que perdí la concentración, con lo que las langostas se avalanzaron sobre el cultivo.

El Mayor gritó «¡Que vuelvan al campo arado, que vuelvan al campo arado, no las quiero en el cultivo!» y «yo-langosta» volví a concentrarme. Las retuve unos minutos más allí, hasta que me ordenó nuevamente el Mayor, llevarlas «disciplinadamente» al campo cultivado, sin comer nada. Las hice formar una fila cuadrada, las llevé al cultivo y las hice avanzar un tramo de unos veinte metros sin comer nada, hasta el nuevo reemplazo. Juan estaba cansado y tenso, pero volvió a llevar a las langostas al terreno yermo, y también las mantuvo por varios minutos. Al Mayor se le ocurrió que las volviera a llevar al principio del terreno, en vez que hacia el extremo opuesto, pero el grupo se le dividió y la manga se dispersó bastante, así que sacudió la cabeza y se sacó los cables, y me puse nuevamente en su lugar. Yo también estaba cansado, pero logré reunirlas imperativamente, amenazándolas conque serían quemadas (cosa que era cierto porque al final del campo, uno de los militares estaba con el lanzallamas preparado para combatir la plaga).

Las llevé al inicio del terreno, y Juan, ofuscado consigo mismo, me pidió el relevo nuevamente. El Mayor dijo que si estábamos cansados podíamos dar por terminado el experimento llevándolas hacia el extremo opuesto. Una vez en su sitio, llevó las langostas a lo largo de todo el terreno yermo, hacia donde el soldado esperaba para quemarlas. Pero tuvo que «convencerlas» que no les pasaría nada, porque evolucionarían espiritualmente y otros rollos mentales por el estilo, ya que mi amenaza anterior estaba presente en la memoria colectiva de las langostas. Ese fue el primero de los experimentos y ya pueden deducir los lectores lo que a partir de eso (con material relativamente precario y siendo unos pocos) puede hacerse con más personal entrenado y medios técnicos como los de hoy. El segundo experimento fue bastante más escalofriante, pero es importante tanto saber cómo funcionan estas cosas, así como las reglas de vida para estar realmente a salvo de influencias psicotrónicas.


EL SEGUNDO EXPERIMENTO
Tuvo una fase de preparación de unas diez semanas, en que, entre contentos y asustados por los logros del anterior, debíamos rumiar bien lo ocurrido, porque lo que habíamos demostrado era muy fuerte. El cerebro humano con un entrenamiento bastante más simple de lo que parece -aunque no tan fácil-, y con unos pocos medios técnicos, puede controlar una plaga como las langostas, enviarla a cualquier parte o facilitar su eliminación. Al experimento lo llamamos simplemente «Langosta», pero el archivo militar fue bautizado «Hamelin», que seguramente la mayoría conocerá la ¿Fábula? del flautista. Teníamos un pequeño problema Juan y yo, que comentamos casi como anécdota en el informe oficial, pero unos días después debimos conversarlo porque nos preocupaba. Esto puede parecer una ridiculez, pero os ruego no hacer como los idiotas, que se suelen reír de lo que no conocen... Nos sentíamos langostas.

Si, teníamos sueños, que nos los empezamos a contar sólo él y yo, y nos empezamos a afinar de tal manera, que casi nos hablábamos sin palabras. Se había establecido entre Juan y yo un lazo telepático, pero con algunos elementos muy desagradables. Soñábamos que éramos langostas, y en muchos momentos hasta temimos convertirnos en langostas. Era una especie de obsesión psicótica, y cuando pensábamos racionalmente, sabíamos que a lo sumo terminaríamos en un manicomio, y hasta esa posibilidad era un alivio. No nos sentíamos mal sintiendo como langostas. Era algo simple, difícil de explicar, pero que entraba en conflicto con cosas cotidianas. Juan empezó a temer al fuego, cuando le encantaba sentarse frente a los fogones, y yo le tomé asco al trigo, que antes me daba igual que el arroz. Eso era lo más «objetivo», pero los sueños, imágenes y otras sensaciones durante la vigilia y especialmente poco antes de dormirnos, eran -si bien «subjetivas» e indescriptibles- sensaciones de langosta.

Ambos teníamos ya, mucho más conocimiento de psicología que los freudianos, así que era absurdo pensar en contar con apoyo psicológico, cuando para colmo, estábamos bajo secreto militar. Así que lo hablamos en el grupo, al que se habían sumado tres de los militares que siendo testigos del «Hamelin», era conveniente incluir, y afortunadamente, tras varias charlas, en que contábamos lo que nos ocurría, todo volvió a la normalidad.
Creo que lo más acertado fue hacer una especie de «ritual», en que por medio del psicodrama nos «convertimos en langostas» (incluso tomé dos capas impermeables verdes para asemejarnos más a las langostas) e hicimos una representación entre ridícula, muy humorística y divertida, pero también muy seria.

A las indicaciones del Mayor nos fuimos convirtiendo en humanos nuevamente, despidiéndonos para siempre de la vida de langosta. Yo tuve algún que otro sueño relacionado, pero Juan ninguno, posteriormente. Así que tras un tiempo de charlas y análisis de conveniencia y método, diseñamos el experimento «Visitante Nocturno».
El Mayor diseñó un método por el cual sólo él y uno cualquiera -elegido por él- del grupo sabría quién sería el «conejito de indias» del experimento. Sólo sabíamos que alguien sería «visitado por alguien en la noche», pero el único que conocía el «libreto» de lo que ocurriría, era el Mayor que lo había diseñado con conocimiento de los casos de abducción que ya ocurrían en USA, y que nosotros desconocíamos completamente por esos años, salvo por unos artículos de la extinta revista Cuarta Dimensión.

El primer «visitante» que eligió, fui yo, y la víctima -el «visitado»- fue la persona supuestamente más cuerda y escéptica del equipo: El técnico en electrónica, Pedro. Y Alberto -el radioaficionado- tuvo que apañárselas para reemplazarlo en algunas funciones con apoyo de uno de los nuevos, que tiene algunos conocimientos más sobre aparatos, y es médico militar.
Me tuve que estudiar el libreto -muy similar a los que desde hace algunos años es de pública difusión televisiva- y convertirme en Pedro, viviendo la visita de un «hermanito extraterrestre». La noche elegida, los «abductores» fuimos a nuestra central, donde usamos una radio militar de sólo 1000 vatios y me conectaron a las dos y media de la mañana, a los aparatos. Me concentré en el dormitorio de Pedro (la «víctima») y finalmente era -mentalmente- yo mismo, el propio Pedro. Es decir que cuando me dijo el médico que estaba en alfa, me convertí imaginaria y mentalmente en él. Asumí todos los caracteres que recordaba de él, y comencé a «soñar» según el guión estudiado. La sesión de abducción duró unos doce minutos, y le modifiqué algunas cosas que a mi parecer, le harían a Pedro -si resultaba- más llevadera la cosa, y menos traumática. Luego le informé de los cambios al Mayor, lo que le pareció muy bien.

Al día siguiente, la esposa de Pedro -también empleada del ejército- llamó al Comando porque no podían ir a trabajar. El Mayor me avisó y fuimos inmediatamente a su casa. Estuvimos más de tres horas para tranquilizar a la esposa y convencerle a él de que era parte del experimento según las pautas acordadas.
Cuando llegamos a media mañana, acababa de salir de la ducha, envuelto en un albornoz. Pero estaba muy demacrado y asustado. Le mostramos el libreto escrito por el Mayor, y yo le describí el «sueño» que yo mismo hice, con sus modificaciones correspondientes. Así y todo no podía comprenderlo.
«¡Me han dicho que tengo una gran misión!, ¡Y es así!. Ellos saben todo lo que hacemos...!!, pero yo no se qué hacer, ni por dónde empezar..
Y tras nuestras pacientes explicaciones nos miraba incrédulo y nos decía que lo que había vivido él, no tenía nada que ver con el experimento. Mientras tanto la mujer nos confirmaba que efectivamente, lo que le había contado en la madrugada, era exactamente lo que nosotros decíamos. Pero él estaba empezando a mentir agregando cosas; buscaba llenar un hueco psicológico, necesitaba que aquello fuese verdad. Se lo pedía su «arquetipo redentor». Porque a muchos -y creo que a la mayor parte de los mortales- nos gustaría salvar al mundo. Y nos gustaría con delirio (nunca mejor dicho), que una civilización extraterrestre nos protegiera, nos sacara de la miseria moral, espiritual y económica en que se debate nuestro mundo; de la misma manera que un náufrago en una isla llena de peligros y sin sentidos, sueña con la llegada de un barco que lo rescate.
Pero la realidad -al menos en ese momento- era muy diferente. Habíamos hecho un experimento y el peligro se ponía en evidencia. Yo empecé a sentir en ese mismo momento, una identificación con Pedro, como pocas veces la he sentido con un compañero o amigo. Me pasaba lo mismo que con Juan tras el «Hamelin», pero más intenso. Incluso me di cuenta que hablaba con su mujer como si fuera la mía, aunque el sentimiento era fraternal y no marital (quizá por el hecho de que yo estaba enamorado de mi esposa).
En un momento de la charla, sentí ganas de llorar y Pedro empezó a hacerlo desconsoladamente. Creo que la causa fue su angustia y me la trasmitió, porque yo estaba sereno, a pesar de todo. Pero en varios momentos, los argumentos de Pedro parecían convencerme. Y lo dije, así que el Mayor hizo un gesto de preocupación y con la mirada me mandó a callar. Cuando entendimos que Pedro tenía ya claro que había sido el sujeto de nuestro experimento y su vivencia un sueño inducido, nos fuimos, pero estuvimos preocupados hasta el día siguiente, en que Pedro fue a la reunión normalmente. Me encontré con él en un pasillo y me dijo, medio en broma, medio en serio: «Si no fuera que te siento como a un hermano, te rompería los huesos».
Después nos fuimos a la cafetería y conversando pude quedarme completamente tranquilo porque él lo había asumido. Recordando lo hecho, analizándolo, catartizábamos todo para volver a la normalidad y sacar conclusiones.
El Mayor me dijo en esos días, que me prepara porque a la semana siguiente había que «abducir a Juan». Porque era importante saber la diferencia de reacción de una persona con un entrenamiento psíquico mejor. Todos fueron entrenados por nosotros, pero ellos -como Pedro- llevaban sólo unos meses de trabajo. Juan era el mejor entrenado de todos; con menos tiempo de resistencia en concentración, pero con más intensidad y estabilidad. Es decir que se mantenía en alfa menos tiempo, pero con una onda muy estable y el pensamiento muy concentrado.

Pero a la noche siguiente, yo fui abducido. Eso, aunque nadie -ni mi esposa- estaría dispuesta a creerme, fue lo que me ocurrió y tuve la vivencia que han tenido miles de personas desde hace poco menos de medio siglo. El hecho fue en algunas cosas, parecido a lo del guión que habíamos usado con Pedro, pero yo no podía haber sido la siguiente víctima del experimento, que era Juan, y para una semana en adelante...
Llamé a las cinco de la mañana al centro de emisión psicotrónica, y nadie contestó, lo que confirmaba la realidad de mi vivencia, a pesar de que desde el hecho habían transcurrido casi dos horas y diez cigarros. Fui hasta el Comando y me dijeron en la guardia que el Mayor había llegado hacía un rato y se había ido otra vez, y que seguramente estaría en su casa. Así que fui para allá, porque también estaba cerca, pero su mujer, -lógicamente muy molesta- me dijo que no estaba. Volví a mi casa, tratando de mantenerme neutral, sin pensar, porque cada vez más me convencía de haber sido abducido realmente, y habían elementos en la vivencia, como un moretón en el brazo, que me indicaban que aquello no era un sueño. El extraterrestre me había apretado el brazo con su enorme fuerza, y luego me había pedido disculpas, al comprender mi fragilidad. Cuando llegué a casa me preparé un café, porque ya no volvería a dormir, y en eso estaba cuando llegó el Mayor, junto con Juan, y me fui con ellos porque no quería involucrar a mi mujer, ya bastante enojada con los habituales «secretillos militares y horarios dudosos» y no sabía si debía aguantar o ponerse celosa.
Así que estuvimos conversando el Mayor, Juan y yo hasta media mañana, y supe -más que nunca- por lo que había pasado Pedro. ¡Aún sabiéndolo todo!.

Yo me había tragado el anzuelo de que el próximo era Juan. Y a pesar de saber todo el asunto -al guión evidentemente se le habían cambiado unas cuantas cosas- estaba seguro de que había sido abducido, y que los extraterrestres, sabiendo lo que estábamos haciendo, habían decidido intervenir.
Me mostraron el «nuevo libreto», exactamente como me habían ocurrido las cosas. Pero yo no estaba dispuesto a reconocer que se trataba de un sueño inducido. Me quedaban dudas. Especialmente porque tenía una marca física, el moretón. Eso quedó sin explicación hasta que volví a mi casa, y le mostré a mi mujer el brazo, porque no terminaba de aceptar que ella no se hubiera despertado cuando me estaban «visitando». Me dijo «A quien se le ocurre tratar de sostener esa moto...»
Y la mente dio un salto, como si se iluminara. Un par de días atrás iba con un cubo de agua y toqué mi moto que la tenía sobre unos tacos de madera para cambiar la cadena, y cuando me di cuenta que se caía, puse el brazo, que se encajó entre el manillar y la palanca del embrague. Había olvidado completamente aquello, y allí me di cuenta a nivel vivencial, como la mente tiende a «llenar agujeros» para sostener lo que un factor emocional desea hacer «real».
La verdad es que el libreto nuevo era mas agresivo y desagradable que el redentorista guión que usamos con Pedro, pero así y todo, yo quería que fuera real, o no podía creer que no lo fuera. Hicimos dos «abducciones» más y finalizamos esa etapa. Porque si bien nadie salió demasiado afectado, el peligro es muy grande. Además, se crea un estado psicótico que se suma a la afinidad telepática, lo cual pasa a ser muy comprometido en medio de esta civilización tan grotesca e injusta.
Pero dos años antes yo había recibido una oferta de trabajo en proyectos de investigación paranormal en EE.UU.., que rechacé de plano, al comprender que sabían absolutamente todo de mi. Y semejante interés -además de la gran limosna- me hizo desconfiar. Así que pregunté al Mayor si podía averiguar algo, ya que la mayoría de mis compañeros de estudio, habían aceptado aquella propuesta. Le di al Mayor un par de nombres y su posible lugar de residencia. Unos días después me dio la nómina casi completa de mis compañeros y su actual paradero: dos en manicomios y catorce en el cementerio, una en México y otro en Argentina (aparte mío), y los demás, desaparecidos buscados. En total éramos cuarenta y dos. Los treinta y nueve que aceptaron fueron quizá, las primeras víctimas de la Guerra Psicotrónica -al menos en Occidente-.

Podrán decirme todo lo que quieran los «hermanitos extraterrestres», a través de sus contactados, pero hasta la fecha, el único grupo cuya seriedad y pruebas de contacto me ha llamado la atención, es un pequeño grupo catalán que parecen tener contacto con los Intra-terrestres, y no con los «extra». Y por sus arquetipos y función, detecto que no hay tras ellos otro interés que el de curar algunos casos psicosomáticos de allegados, e investigar objetivamente los fenómenos. Aclaro que no estoy negando con ésto, la existencia extraterrestre o esporádicas visitas, pero como ya he dicho antes, ni deben ni pueden inmiscuirse en nuestros asuntos. Porque adentro de la Tierra y en los polos, están los dueños verdaderos del planeta. Nosotros somos habitantes circunstanciales a los que en cualquier momento nos echan de casa por inadaptados.
Todo lo demás que he visto sobre el tema, incluso entre personas de buena voluntad, pasa por la evidente manipulación psicotrónica, cuando no directamente psicológica por parte de pseudocontactados, como George Adamsky, Tuella, Eugenio Siragusa y Sixto Paz Wells, que no sólo no han dado prueba alguna jamás de sus contactos (ni siquiera una mísera profesía o al menos una cita que asegure la presencia extraterrestre en tal parte, tal día, a tal hora). Hay casos en que la cuestión arquetípica religiosa es más evidente, como el de Verónica Lizana (Mendoza, Argentina) donde presenta en su libro «Isidris» una ciudad subterránea así llamada desde el tiempo de los Huarpes. Pero aparte de varias infantilidades y contrasentidos, dibuja la Estrella de David en las puertas de las naves de los intraterrenos.
La ciudad es posible que exista. Aparte de que según estudios de YPF en la región, hay una vacuoide enorme a gran profundidad, he sido testigo, junto a varias personas, de la circulación de luces (posibles vehículos), aparición de Hombres de Negro y otros fenómenos anómalos. Pero el agregado de la estrellita judía -igual daría que lleven la cara de cristo, la cruz, o la media luna y la estrella musulmana- indica una infiltración arquetípica, una manipulación ideológica-religiosa. Así se ha ido elaborando una «religión platillista», redentorista y mesiánica, como la de Ashtar Geran y diversos personajes de ficción.
Cabe reseñar que en USA hay una cifra monumental de «abducidos»: 4.850.000. La casi totalidad son gente de ciudad o de pueblos grandes... ¿Cómo es posible que nadie vea un vehículo y un rayo de luz llevándose a los secuestrados?... Salvo en la películas, claro... El mejor método para apoyar un montaje psicotrónico o cualquier gran mentira, es combinación de arte, imagen, sonido, que enlaza lo que se nos quiere hacer ver, con nuestras propias emociones, que nos manipula haciéndonos llorar o reír, sufrir por millones de muertos sin diferenciar la ficción de la realidad, o volar con las hadas y oír hablar a los animales... El Cine.

Hay sistemas o diseños psicotrónicos que se emiten sin ser percibidos en el momento, pero se activan en la mente cuando las víctimas ven una «imagen llave» o determinadas palabras. Entonces no son uno o dos los afectados, porque eso da tiempo a emitir en una amplísima gama de frecuencias cerebrales y bajo una amplia variedad de arquetipos. Una película taquillera es el mejor vehículo para detonar esa psicosis aumentada, diseñada e inducida con anterioridad.
Lo más lamentable en este rollo político, es que la Iglesia cada dos por tres está metida en los asuntos, aunque de manera ambigua hasta que decidan «meterse hasta el cuello», tal como parece que están haciéndolo últimamente. No nos extrañe que en su momento aparezca la Virgen o Jesús en el cielo, a la vista de todo el mundo; porque ya en 1943 los ingleses ensayaron un sistema de holografía atmosférica, y esa tecnología debe haber avanzado bastante en el lógico «top secret».

Quien haya sondeado la historia de la Iglesia Mormona habrá visto como algún «dios» proyectaba a Joseph Smit la imagen de un ángel (Moroni), que se le cortó tres veces y tuvo que recomenzar desde el principio. O sea que a la par de la psicotrónica pura, se suman los «efectos especiales» de las holografías y otras técnicas muy avanzadas y secretas, como la electro-magnetodinámica, con la que hacen pequeños «ovnis» para producir los dibujos de los Círculos de las Cosechas... Ya les contaremos más en próximos artículos, porque ciertamente, la Realidad, aún dentro sus Límites, es mucho más increíble que la ficción.

La manera de ponerse a salvo de ataques o manipulaciones psicotrónicas, psicológicas y engaños con «efectos especiales», irá en otros documentos, puedes empezar por separar tus propios pensamientos, de los producidos por tus falsos egos. Ese es el primer paso y puedes ir viéndolo AQUÍ.

Grupo Askasis
www.askasis.com


El primer paso en la defensa psíquica, es que TÚ MISMO/A estés emocionalmente impecable, que puedas diferenciar los pensamientos inducidos por tus demonios interiores, de los que puedan venir del entorno. Por eso es tan importante este libro, seas quien seas y hagas lo que hagas...


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Fuera de las líneas turísticas masificadas, fuera de la ortodoxia académica, conociendo cosas que los guías oficiales nunca muestran porque la arqueología ortodoxa no puede explicarlas.